Cosecha
El abuelo nos cuenta que su madre le contaba que, cuando era niña, iba con su madre a recoger aceituna en los bancales de las montañas, en la sierra, en las posesiones de Estellencs, donde había nacido en 1864, pero también en Andratx, Calvià, Puigpunyent, Banyalbufar o Esporles.
En aquellos tiempos en Mallorca la aceituna no se vareaba. Se esperaba a que cayera y cuando esto sucedía, las mujeres iban pasando bajo los centenarios troncos una y otra vez, recogiendo del suelo los frutos negros que se convertirían, una vez molidas y prensadas en la almazara, en aceite de oliva.
El salario de las mujeres era, podéis suponer, escaso, y una parte lo cobraban en especie (aceite). Tenían la productividad muy controlada: cada día tenían que llenar unas determinados cestas y si no lo conseguían eran despedidas, volvían a casa. La bisabuela, que había nacido cuando su madre era mayor, tenía que aportar su cuota y, a escondidas, con sus ágiles dedos jóvenes, ayudar a completar la de la tatarabuela, a quien el reuma no la dejaba mover los dedos con soltura y recoger las aceitunas al ritmo deseado.